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Análisis

ONU: ¿Es posible reformarla?

Diciembre - 2004

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), que celebró a inicios de la presente semana el día internacional de los Derechos Humanos, cumplirá 60 años en el 2005. Esta efemérides se quiere hacer coincidir con una reforma del sistema multilateral de la ONU para afrontar mejor los retos globales del siglo XXI. El concepto de prevalecer en las actuales circunstancias es continuar en un lento proceso de decadencia, hasta languidecer y no ser respetada, que es lo peor que le puede ocurrir a una Institución.
Un reciente informe presentado por un comité de expertos detalla las amenazas -desde las guerras entre estados y abusos a gran escala de los derechos humanos hasta la pobreza y la degradación del medio ambiente pasando por el terrorismo y delincuencia transnacional organizada- y propone actualizar el concepto de seguridad colectiva. El panel, en sus conclusiones ha llegado al punto de partida que tuvieron sus fundadores que la ONU descansara en dos pilares básicos: preservar la paz mundial y garantizar la seguridad de las naciones. El término de la guerra fría demostró que la estructura de las Naciones Unidas, había sido diseñada para un periodo especial, del enfrentamiento ideológico, y que no tuvo el reflejo para adaptarse a los cambios que surgieron desde 1991, con los cinco hechos que cambiaron el paisaje mundial: la desintegración de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín, la Reunificación del pueblo alemán, el desplome de los países de la Europa Oriental –Cortina del Hierro, y la primera Guerra del Golfo.
La ONU, nacida tras la Segunda Guerra Mundial y prisionera del esquema bipolar de la guerra fría, necesita una puesta al día, pero hay que recordar que ha demostrado que puede funcionar: el número de guerras civiles que acabaron mediante negociación en los 15 últimos años fue mayor que en los 200 anteriores.
El informe avala el concepto de intervención humanitaria e, incluso, con el impacto del 11-S-2001, y el terrorismo como referentes, amplía el derecho a la autodefensa que reconoce la Carta de Naciones Unidas, pero en el marco del Consejo de Seguridad y no en el del unilateralismo. Este es el punto de la principal debilidad que actualmente muestra la ONU.
Por lo tanto, está en juego no tanto la reforma de la ONU como su supervivencia como instancia de resolución de conflictos. La ampliación del Consejo de Seguridad de 15 a 24 miembros es el gran caballo de batalla. Las propuestas que se barajan, con Alemania, Japón, Brasil, India, Sudáfrica, Nigeria y Egipto como candidatos, mantienen el derecho de veto de que disfrutan ya los cinco miembros permanentes - EE.UU., Rusia, Gran Bretaña, Francia y China-. De hecho, la propia reforma de la carta fundacional puede ser vetada por uno de ellos.
Kofi Annan presentará en marzo sus propias conclusiones, pero está por ver si podrá llevar a buen puerto la reforma. Pero, como ha advertido The New York Times, los problemas de la ONU pueden alegrar a los sectores más extremos de la Administración Bush, pero perjudican los intereses de EE.UU. y, por tanto, la propuesta de reforma merece ser atendida. No en balde fueron dos presidentes americanos -Wilson y Roosevelt- los que impulsaron en el siglo XX la fallida Sociedad de Naciones y el actual modelo de la ONU que descansa en el multilateralismo.
En tanto, se han identificado en el mundo más de 200 conflictos latentes por razones, religiosas, étnicas, culturales, limítrofes, tribales, culturales. Y una de las principales carencias ha sido la acción de monitorear las potenciales situaciones que pueden migrar hasta el conflicto armado. A ello, se suma la ausencia de los grandes temas en los debates internos: narcotráfico, terrorismo, corrupción y las plagas –enfermedades-, emergentes. Así, llegamos a la conclusión de una terrible paradoja: un siglo XXI de muchos adelantos, innovaciones, y de otra parte la capacidad de autodestrucción del ser humano.

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