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Análisis

Reformar o democratizar la ONU

Artículo escrito en el El Diario Financiero el 28-03-2005

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, presentó ante la Asamblea General de la organización una ambiciosa propuesta que, de llevarse a la práctica, supondría la mayor transformación de las Naciones Unidas en sus sesenta años de existencia. La clave de los cambios está en generar nexos directos entre seguridad, desarrollo y democracia. En esos tres elementos ha fundado el trabajo el equipo que durante un año recogió ideas, debatiéndolas, hasta llegar a un documento final de 63 páginas.
Como esfuerzo, está en la dirección correcta de colocar en el radar de la atención mundial, una discusión sobre los aspectos que deben tomarse en consideración para tener ese gran foro multilateral que es la ONU, concordante con los tiempos presentes. Es esta premisa la que inspira la urgente reformulación del rol del organismo, deberían allanarse los países que la integran y soportan financieramente a producir a la brevedad posible las medidas que apunten a su fortalecimiento.
Naciones Unidas, viene sufriendo en los últimos años, y sobre todo a partir del colapso de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín, y la explosión de más de 200 conflictos étnicos, religiosos, culturales, raciales, políticos, económicos y sociales, de una severa critica, de no haber contado con un diseño apropiado para estos cambios, y fundamentalmente la irrupción del terrorismo, el narcotráfico, la corrupción y las enfermedades –como plagas-, que dejaron en evidencia, que esa arquitectura que sirvió para el nuevo orden mundial que salió de la segunda guerra mundial, se ha mostrado ineficiente para abordar los desafíos de estos tiempos.
El documento presentado por el Secretario General tiene 63 páginas y está inspirado en un informe concluido hace unos meses por un comité internacional de ex gobernantes y expertos. Lleva por título “Un concepto más amplio de la libertad: desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos” y obviamente no es más que un borrador sujeto a modificaciones y enmiendas de los países durante la negociación.

No cabe duda que la organización internacional debe seguir siendo el corazón de la seguridad planetaria. Y es evidente que el Consejo de Seguridad, su núcleo duro, una reliquia de otros tiempos, exige una ampliación para reflejar las nuevas realidades mundiales y una modificación del sistema de veto que permite hasta ahora a cinco selectos países – EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia y China- liquidar de un plumazo cualquier propuesta, por razonable que sea, en virtud de sus propios intereses. Creo que, aquí es donde está realmente el nudo del progreso, reforma, modificación, éxito o fracaso de la iniciativa. Si estos cinco países se resisten a cambiar el sistema del veto, por más que se logre ampliar el Consejo de Seguridad, siempre habrá una palanca para trabar cualquier resolución que los afecte en sus intereses. Dicho directamente unas Naciones Unidas, ampliamente democráticas en su gobierno, es el inicio de la solución real.

Entonces junto a reformar, hay que democratizar el Consejo de Seguridad. En alguna de las tres alternativas, se otean algunas soluciones como ampliar el número de asientos. Aumentar los países con derecho a veto. Y es aquí en este punto donde me detengo a señalar que será muy difícil destrabar esa enorme llave que es el veto. El gobierno amplio democrático que se recomienda para el mundo como un imperativo que afiance la seguridad y la paz internacional, debe dar su primera “batalla” en erradicar el derecho al veto, aunque su argumento básico está considerado por tres elementos: capacidad económica y militar, nivel de influencia global y financiamiento al organismo.
Las propuestas de reforma están estructuradas en tres pilares, bautizados como "libertad para vivir sin miseria", "libertad para vivir sin temor" y "libertad para vivir en seguridad". Yo agregaría otro “libertad sin veto” en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ojala, no se vayan a necesitar diez años más para diagnosticar lo que ya conocemos, la ONU, debe ser revitalizada, hacerla eficiente y eficaz, para enfrentar las amenazas emergentes que nos agobian y ser el real foro de debate de los temas que preocupan a la humanidad. Serlo y parecerlo, reformarse y democratizarse.

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