Bolivia: Mesa enfrenta a Evo Morales
El Diario Financiero. 07-03-2005
La crisis política que vive Bolivia ha dejado a las dos principales figuras enfrentadas, el presidente Carlos Mesa y el diputado Evo Morales, en posiciones antagónicas, pero similares a la vez. Si bien en lo político se encuentran en las antípodas, ambos parecen caminar al borde de la cornisa debido a los acuerdos que se han visto obligados a realizar para mantener su cuota de poder, en una pulseada que polariza cada vez más a la sociedad.
El golpe estratégico por parte del Presidente Mesa produjo un realineamiento de fuerzas políticas que ha puesto a Mesa y a Morales en una difícil situación. Mesa ha dejado su futuro en las manos del frágil acuerdo con los partidos políticos tradicionales, y a su vez, queda obligado a preservar el orden público, lo que significa el uso de la fuerza si fuere necesario-, para impedir más bloqueos de carreteras. Evo Morales, a partir de su postura intransigente, arriesga todo su futuro político, y se ha visto obligado a pactar con sectores de extrema izquierda y grupos radicales, que lo harán transitar por resbaladizo abismo. Ya se asoma una división en el Movimiento al Socialismo, 4 de los 8 senadores están discrepando con su líder por esta alianza.
El escenario nos muestra que la crisis político-social lejos de resolverse, podría agitarse a niveles insospechados. Mesa con la renuncia causó un fuerte impacto en la arena política, logró alinear detrás suyos la mayoría de las fuerzas con representación en el Parlamento, y a su vez, el rechazo de Morales de sumarse al acuerdo nacional, lo dejó solo, apareciendo como el gran perdedor por la movida estratégica del Presidente, para lo cual, radicalizó aún más su postura y restableció los puentes con Jaime Solares Presidente de la Central Obrera Boliviana, Felipe Quispe líder de la Confederación Sindical Unida de Trabajadores y otros líderes de la ciudad del Alto, dónde está focalizado el núcleo duro de los cortes y bloqueos. Las dos fuerzas van directo a una colisión.
Mesa responsabilizó públicamente que detrás del caos, la anarquía, el bloqueo de las carreteras, estaba la mano de Evo Morales. Para abrochar su continuidad, impuso los términos de un acuerdo con la directa amenaza de renunciar irrevocablemente, lo que abriría una inestabilidad de insospechadas proporciones. El Presidente ganó respaldos y apoyos. Atrajo a su lado amplios sectores de la sociedad. Firmó el acuerdo base, orientado para promover la estabilidad democrática y la paz, que contempla: aprobar a la brevedad posible una Ley de Hidrocarburos que respete el mandato del referéndum del 18 de julio del 2004, impulsar la realización de la elección de prefectos; llevar adelante el Referéndum sobre las autonomías departamentales; convocar a la Asamblea Constituyente; citar de manera conjunta a un acuerdo nacional que promueva la producción, el empleo, y la inclusión social con la más amplia participación de los sectores representativos de la sociedad boliviana; exhortar a la suspensión de las medidas de presión y bloqueos que se ejecutan en el país.
En el centro de la confrontación han estado los contratos de exploración y exportación de hidrocarburos y la ley que habrá de regularlos. Para Evo Morales, esa ha sido su principal bandera de reivindicación nacionalista y con ella ha conseguido paralizar el país. Pero detrás de la disputa por las regalías del gas -última gran fuente de recursos- hay una pelea de más largo aliento por la autonomía de regiones como Santa Cruz, Tarija y los territorios aymarás, algunas de las cuales alientan aspiraciones secesionistas y podrían romper la unidad política del país. La fragmentación es de tal gravedad que, de no hallarse un consenso en torno a la explotación de los recursos naturales y el grado de autonomía de las regiones, estaría en peligro la existencia de Bolivia como nación. La urgencia, de Mesa, es mostrar leyes aprobadas en el corto plazo, y no dilaciones.
Este enfrentamiento sin matices entre Mesa y Morales se traduce en una polarización de la sociedad boliviana que se acentúa cada vez más. La situación puede conducir a más estallidos, si ambos bandos continúan radicalizándose en sus posiciones sin encontrar la forma de acercarse, ya que en este momento no existen fuerzas de centro que puedan mediar en la disputa, que parece encaminar a ambos líderes hacia un callejón sin salida. A menos que, en una mirada hacia el futuro del país, preservarán la estabilidad institucional, y solo por la vía democrática zanjaran sus diferencias-léase-, discutiendo las leyes en el Congreso.
La crisis política que vive Bolivia ha dejado a las dos principales figuras enfrentadas, el presidente Carlos Mesa y el diputado Evo Morales, en posiciones antagónicas, pero similares a la vez. Si bien en lo político se encuentran en las antípodas, ambos parecen caminar al borde de la cornisa debido a los acuerdos que se han visto obligados a realizar para mantener su cuota de poder, en una pulseada que polariza cada vez más a la sociedad.
El golpe estratégico por parte del Presidente Mesa produjo un realineamiento de fuerzas políticas que ha puesto a Mesa y a Morales en una difícil situación. Mesa ha dejado su futuro en las manos del frágil acuerdo con los partidos políticos tradicionales, y a su vez, queda obligado a preservar el orden público, lo que significa el uso de la fuerza si fuere necesario-, para impedir más bloqueos de carreteras. Evo Morales, a partir de su postura intransigente, arriesga todo su futuro político, y se ha visto obligado a pactar con sectores de extrema izquierda y grupos radicales, que lo harán transitar por resbaladizo abismo. Ya se asoma una división en el Movimiento al Socialismo, 4 de los 8 senadores están discrepando con su líder por esta alianza.
El escenario nos muestra que la crisis político-social lejos de resolverse, podría agitarse a niveles insospechados. Mesa con la renuncia causó un fuerte impacto en la arena política, logró alinear detrás suyos la mayoría de las fuerzas con representación en el Parlamento, y a su vez, el rechazo de Morales de sumarse al acuerdo nacional, lo dejó solo, apareciendo como el gran perdedor por la movida estratégica del Presidente, para lo cual, radicalizó aún más su postura y restableció los puentes con Jaime Solares Presidente de la Central Obrera Boliviana, Felipe Quispe líder de la Confederación Sindical Unida de Trabajadores y otros líderes de la ciudad del Alto, dónde está focalizado el núcleo duro de los cortes y bloqueos. Las dos fuerzas van directo a una colisión.
Mesa responsabilizó públicamente que detrás del caos, la anarquía, el bloqueo de las carreteras, estaba la mano de Evo Morales. Para abrochar su continuidad, impuso los términos de un acuerdo con la directa amenaza de renunciar irrevocablemente, lo que abriría una inestabilidad de insospechadas proporciones. El Presidente ganó respaldos y apoyos. Atrajo a su lado amplios sectores de la sociedad. Firmó el acuerdo base, orientado para promover la estabilidad democrática y la paz, que contempla: aprobar a la brevedad posible una Ley de Hidrocarburos que respete el mandato del referéndum del 18 de julio del 2004, impulsar la realización de la elección de prefectos; llevar adelante el Referéndum sobre las autonomías departamentales; convocar a la Asamblea Constituyente; citar de manera conjunta a un acuerdo nacional que promueva la producción, el empleo, y la inclusión social con la más amplia participación de los sectores representativos de la sociedad boliviana; exhortar a la suspensión de las medidas de presión y bloqueos que se ejecutan en el país.
En el centro de la confrontación han estado los contratos de exploración y exportación de hidrocarburos y la ley que habrá de regularlos. Para Evo Morales, esa ha sido su principal bandera de reivindicación nacionalista y con ella ha conseguido paralizar el país. Pero detrás de la disputa por las regalías del gas -última gran fuente de recursos- hay una pelea de más largo aliento por la autonomía de regiones como Santa Cruz, Tarija y los territorios aymarás, algunas de las cuales alientan aspiraciones secesionistas y podrían romper la unidad política del país. La fragmentación es de tal gravedad que, de no hallarse un consenso en torno a la explotación de los recursos naturales y el grado de autonomía de las regiones, estaría en peligro la existencia de Bolivia como nación. La urgencia, de Mesa, es mostrar leyes aprobadas en el corto plazo, y no dilaciones.
Este enfrentamiento sin matices entre Mesa y Morales se traduce en una polarización de la sociedad boliviana que se acentúa cada vez más. La situación puede conducir a más estallidos, si ambos bandos continúan radicalizándose en sus posiciones sin encontrar la forma de acercarse, ya que en este momento no existen fuerzas de centro que puedan mediar en la disputa, que parece encaminar a ambos líderes hacia un callejón sin salida. A menos que, en una mirada hacia el futuro del país, preservarán la estabilidad institucional, y solo por la vía democrática zanjaran sus diferencias-léase-, discutiendo las leyes en el Congreso.
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