¿Cuál democracia en Irak?
Diario Financiero 10 - 05 - 2004
Los iraquíes perciben, sienten y saben que la llegada de las fuerzas de la coalición no fue para liberarlos del régimen de terror en que los tenía sometido Saddam Hussein, sino para invadirlos. Este sentimiento se ha profundizado más tras las imágenes de vejámenes y humillaciones a los que soldados de EE.UU. y Gran Bretaña le imponen a prisioneros iraquíes Lo fundamental del daño que le ha causado a las administraciones de Bush y Blair la difusión de los hechos, es que le ataca el corazón del concepto de democracia que reemplazaría al régimen de Saddam.
Bush insiste en investigaciones profundas para establecer lo ocurrido y han dejado en evidencia los sucesos, un cuestionamiento a la línea de mando y un peso muerto sobre el secretario de la Defensa Donald Rumnsfeld, sobre cuya cabeza está cayendo la furia de los políticos de su país, que lo han sometido a un duro cuestionamiento en el Senado. Ante esto, en su presentación en el Congreso, Rumnsfeld puso la pelota hacia delante, al crear una comisión para investigar lo que llamó todos los hechos por un período de 45 días, lo que se debe entender como ganar tiempo para poder dimensionar lo que no conoce: el impacto de las miles de cámaras digitales que tienen sus soldados en Irak.
El dolor de cabeza no terminará para Bush y Blair rápidamente como suponen que pueden con explicaciones aplacar la ira que ha levantado el trato inapropiado a quienes son su prisioneros. Y quizás lo más delicado, es que el flujo de fotografías e imágenes siga llegando a través de la Internet, a los medios de comunicación, por el desprolijo mecanismo de no cuidar adecuadamente el manejo de los prisioneros en Irak. Los iraquíes no comprenden el concepto de democracia occidental que dice querer imponerles Bush. Sometidos con el puño de hierro, que caía como mazo sobre aquellos que se atrevieron a desafiar el liderazgo mesiánico de Hussein, no aprecian que su vida se les haya mejorado, cuando ha pasado más de un año del derrocamiento del tirano y su destino está en las manos de la Alianza. Aprecian es que su país se volvió más inseguro. Que la economía no funciona. Que no hay un Estado-Nación, con instituciones, con una policía que les brinde seguridad. La ausencia de un plan post Saddam, dejó al descubierto las ganas de ir a una guerra, sin claros fundamentos en su justificación, y lo nulo de un diseño estratégico que hiciera la transición.
Los graves errores cometidos son: derribar el Estado; liquidar las instituciones; desmantelar el poderoso ejército iraquí; no controlar, ni asignar el quehacer de más de 400.000 personas al servicio de Hussein; no evaluar el impacto negativo de la presencia de las tropas, que son vistas como invasoras; desconocer la realidad del tejido religioso y social de Irak, armado sobre una potente base cultural de respeto a los líderes tribales, los jefes de los clanes y el respeto a los clérigos religiosos bien sean sunitas o chiítas. Esas son las claves que explican el rotundo fracaso que está teniendo la alianza.
Los iraquíes perciben, sienten y saben que la llegada de las fuerzas de la coalición no fue para liberarlos del régimen de terror en que los tenía sometido Saddam Hussein, sino para invadirlos. Este sentimiento se ha profundizado más tras las imágenes de vejámenes y humillaciones a los que soldados de EE.UU. y Gran Bretaña le imponen a prisioneros iraquíes Lo fundamental del daño que le ha causado a las administraciones de Bush y Blair la difusión de los hechos, es que le ataca el corazón del concepto de democracia que reemplazaría al régimen de Saddam.
Bush insiste en investigaciones profundas para establecer lo ocurrido y han dejado en evidencia los sucesos, un cuestionamiento a la línea de mando y un peso muerto sobre el secretario de la Defensa Donald Rumnsfeld, sobre cuya cabeza está cayendo la furia de los políticos de su país, que lo han sometido a un duro cuestionamiento en el Senado. Ante esto, en su presentación en el Congreso, Rumnsfeld puso la pelota hacia delante, al crear una comisión para investigar lo que llamó todos los hechos por un período de 45 días, lo que se debe entender como ganar tiempo para poder dimensionar lo que no conoce: el impacto de las miles de cámaras digitales que tienen sus soldados en Irak.
El dolor de cabeza no terminará para Bush y Blair rápidamente como suponen que pueden con explicaciones aplacar la ira que ha levantado el trato inapropiado a quienes son su prisioneros. Y quizás lo más delicado, es que el flujo de fotografías e imágenes siga llegando a través de la Internet, a los medios de comunicación, por el desprolijo mecanismo de no cuidar adecuadamente el manejo de los prisioneros en Irak. Los iraquíes no comprenden el concepto de democracia occidental que dice querer imponerles Bush. Sometidos con el puño de hierro, que caía como mazo sobre aquellos que se atrevieron a desafiar el liderazgo mesiánico de Hussein, no aprecian que su vida se les haya mejorado, cuando ha pasado más de un año del derrocamiento del tirano y su destino está en las manos de la Alianza. Aprecian es que su país se volvió más inseguro. Que la economía no funciona. Que no hay un Estado-Nación, con instituciones, con una policía que les brinde seguridad. La ausencia de un plan post Saddam, dejó al descubierto las ganas de ir a una guerra, sin claros fundamentos en su justificación, y lo nulo de un diseño estratégico que hiciera la transición.
Los graves errores cometidos son: derribar el Estado; liquidar las instituciones; desmantelar el poderoso ejército iraquí; no controlar, ni asignar el quehacer de más de 400.000 personas al servicio de Hussein; no evaluar el impacto negativo de la presencia de las tropas, que son vistas como invasoras; desconocer la realidad del tejido religioso y social de Irak, armado sobre una potente base cultural de respeto a los líderes tribales, los jefes de los clanes y el respeto a los clérigos religiosos bien sean sunitas o chiítas. Esas son las claves que explican el rotundo fracaso que está teniendo la alianza.
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