Irak: elecciones en medio del terror
Diciembre - 2004
Los diferentes grupos que activamente están golpeando a las tropas de la coalición en Irak apuntan claramente a las urnas. Y lo paga un centenar de inocentes civiles, aunque el principal objetivo de los insurgentes es dirigir la agenda política y, más concretamente, que se retrasen sino alterar- las elecciones del próximo 30 enero. El fin tiene tres vías: causar más muertos en la tropas, para buscar desmoralizarlas; involucrar a la comunidad chiíta en la revuelta y que su respuesta vengativa a estas matanzas haga crecer la inestabilidad, de modo que no exista otro camino de aplazar las elecciones. Ese es el camino escogido por los diferentes grupos insurgentes.
Estos persiguen, en suma, un efecto dominó de la violencia y evitar que los iraquíes puedan comenzar a ser libres en unos comicios históricos, tanto para el país como para toda la región.
Las bombas en Nayaf y Kerbala al sur de Irak- son la prueba más evidente de que los terroristas ya han superado la fase de hostigar al ocupante y de que, por el contrario, ahora andan en la misión de dificultar la normalización del país y retrasar la llegada del momento en el que los soldados extranjeros puedan salir de Irak, aun a costa de derramar más y más sangre inocente. Este propósito es muy delicado, ya que se puede apreciar la mano de grupos religiosos, unidos con radicales seguidores al depuesto Saddam Hussein, que tienen un objetivo que los une: evitar que la mayoría de la población los chiítas se haga mediante la votación con las mayorías en el Asamblea Legislativa, el Congreso y el Gobierno.
Es útil recordar, que los chiítas han estado sometidos por los sunitas Hussein lo es-, y pese a que en número de los 24 millones del total de la población son 15 millones que abrazan esta línea del Islam, han sido a la fuerza dominados por casi 6 millones de sunitas. Esta es la real pelea de fondo. La lucha por saber quién podrá controlar este rico país, con la segunda mayor reserva de petróleo del mundo.
Los chiítas habían mostrado de forma inequívoca su voluntad de participar en las primeras elecciones desde la caída de Sadam Husein, por lo que los últimos atentados anticipan probablemente una ofensiva que por desgracia podría intensificarse a medida que se acerque la cita con las urnas. No es descartable, en este sentido, que los grupos terroristas que operan en el país decidan extender esta espiral de sangre hasta las regiones kurdas, que hasta ahora mantenían una relativa estabilidad. Por eso parece lleno de sensatez el llamamiento echo por las autoridades chiítas a la población para que evite las represalias.
Con independencia de las posiciones que haya mantenido cada país en relación a la guerra de Irak, frente a este tipo de atrocidades la única respuesta posible es la condena sin paliativos. La ausencia de respuesta de los principales actores de la política internacional no hace sino envalentonar a los terroristas, que pueden interpretar ese silencio como despreocupación.
De la lectura de algunos análisis se desprende que, más que preocupar, lo que puede pasar en Irak asusta. Y no sólo porque la insurgencia haya aumentado las dosis de sangre y horror con las que viene contribuyendo al drama, sino porque la incertidumbre es lo que manda a la hora de predecir cómo van a evolucionar todos los demás factores que interactúan en el conflicto.
Hay dos tipos de violencia. Una, provocada por la ocupación, cuyo objetivo son los iraquíes considerados colaboradores. ... Si las elecciones van más o menos bien, el descontento podría bajar, sobre todo si hay una retirada parcial de tropas. La violencia de los sunitas contra los chiítas es asunto distinto y las elecciones pueden incluso empeorar la situación. ... La minoría sunita tratará de sabotear todo intento de la futura asamblea dominada por los chiítas de imponer su mandato por todo el país.
El riesgo de fragmentación o guerra civil será entonces real. Y cualquier nuevo descontento en las regiones kurdas partirá a Irak en tres. No obstante, retrasar las elecciones no es una solución. ... Estas elecciones son la ocasión... para que los iraquíes hagan oír su voz y han de llevarse a cabo antes de que la seguridad se deteriore aún más. ... Cualquier alternativa es peor.
Los diferentes grupos que activamente están golpeando a las tropas de la coalición en Irak apuntan claramente a las urnas. Y lo paga un centenar de inocentes civiles, aunque el principal objetivo de los insurgentes es dirigir la agenda política y, más concretamente, que se retrasen sino alterar- las elecciones del próximo 30 enero. El fin tiene tres vías: causar más muertos en la tropas, para buscar desmoralizarlas; involucrar a la comunidad chiíta en la revuelta y que su respuesta vengativa a estas matanzas haga crecer la inestabilidad, de modo que no exista otro camino de aplazar las elecciones. Ese es el camino escogido por los diferentes grupos insurgentes.
Estos persiguen, en suma, un efecto dominó de la violencia y evitar que los iraquíes puedan comenzar a ser libres en unos comicios históricos, tanto para el país como para toda la región.
Las bombas en Nayaf y Kerbala al sur de Irak- son la prueba más evidente de que los terroristas ya han superado la fase de hostigar al ocupante y de que, por el contrario, ahora andan en la misión de dificultar la normalización del país y retrasar la llegada del momento en el que los soldados extranjeros puedan salir de Irak, aun a costa de derramar más y más sangre inocente. Este propósito es muy delicado, ya que se puede apreciar la mano de grupos religiosos, unidos con radicales seguidores al depuesto Saddam Hussein, que tienen un objetivo que los une: evitar que la mayoría de la población los chiítas se haga mediante la votación con las mayorías en el Asamblea Legislativa, el Congreso y el Gobierno.
Es útil recordar, que los chiítas han estado sometidos por los sunitas Hussein lo es-, y pese a que en número de los 24 millones del total de la población son 15 millones que abrazan esta línea del Islam, han sido a la fuerza dominados por casi 6 millones de sunitas. Esta es la real pelea de fondo. La lucha por saber quién podrá controlar este rico país, con la segunda mayor reserva de petróleo del mundo.
Los chiítas habían mostrado de forma inequívoca su voluntad de participar en las primeras elecciones desde la caída de Sadam Husein, por lo que los últimos atentados anticipan probablemente una ofensiva que por desgracia podría intensificarse a medida que se acerque la cita con las urnas. No es descartable, en este sentido, que los grupos terroristas que operan en el país decidan extender esta espiral de sangre hasta las regiones kurdas, que hasta ahora mantenían una relativa estabilidad. Por eso parece lleno de sensatez el llamamiento echo por las autoridades chiítas a la población para que evite las represalias.
Con independencia de las posiciones que haya mantenido cada país en relación a la guerra de Irak, frente a este tipo de atrocidades la única respuesta posible es la condena sin paliativos. La ausencia de respuesta de los principales actores de la política internacional no hace sino envalentonar a los terroristas, que pueden interpretar ese silencio como despreocupación.
De la lectura de algunos análisis se desprende que, más que preocupar, lo que puede pasar en Irak asusta. Y no sólo porque la insurgencia haya aumentado las dosis de sangre y horror con las que viene contribuyendo al drama, sino porque la incertidumbre es lo que manda a la hora de predecir cómo van a evolucionar todos los demás factores que interactúan en el conflicto.
Hay dos tipos de violencia. Una, provocada por la ocupación, cuyo objetivo son los iraquíes considerados colaboradores. ... Si las elecciones van más o menos bien, el descontento podría bajar, sobre todo si hay una retirada parcial de tropas. La violencia de los sunitas contra los chiítas es asunto distinto y las elecciones pueden incluso empeorar la situación. ... La minoría sunita tratará de sabotear todo intento de la futura asamblea dominada por los chiítas de imponer su mandato por todo el país.
El riesgo de fragmentación o guerra civil será entonces real. Y cualquier nuevo descontento en las regiones kurdas partirá a Irak en tres. No obstante, retrasar las elecciones no es una solución. ... Estas elecciones son la ocasión... para que los iraquíes hagan oír su voz y han de llevarse a cabo antes de que la seguridad se deteriore aún más. ... Cualquier alternativa es peor.
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