Irak unido
Diario Financiero 21-02-2005
La primera responsabilidad que tendrá la Asamblea Nacional Provisional de Irak, que quedó conformada oficialmente luego del recuento de los votos emitidos, es asegurar la integridad del territorio nacional.
Esto significa dos cosas: primero, contener los movimientos político-religiosos que anhelan un Estado teocrático, tomando como modelo a Irán; y, segundo, una participación proporcional según el peso demográfico de las dos vertientes del Islam (sunitas y chiítas), junto a los kurdos y otras minorías que decoran la escena de este rico país del golfo Pérsico. Los chiítas tienen los números suficientes para dominar la mayoría de la Asamblea Nacional, entre las diversas corrientes suman casi 200 votos; ponerse de acuerdo será quizás la tarea más difícil.
Podría abrirse paso el método más simple que es distribuir el gobierno, según la proporción política. Si así fuera, los chiítas se alzarían con el control del gobierno, tomando el cargo de primer ministro; la siguiente fuerza, los kurdos, la presidencia con funciones de jefe de Estado; y en una de las dos vicepresidencias se convocaría a un destacado sunita para esta función. De este modo, se apreciará una línea incluyente, pese a que los sunitas fueron los que en su mayoría -de los 5 millones que representan- se abstuvieron por razones de seguridad y porque no quisieron avalar el hecho político de ser gobernados por la mayoría. Se agrega que la Alianza Iraquí Unida (AIU), un grupo chiíta apoyado por el gran ayatolá Alí al Sistani -que obtuvo 140 miembros de la Asamblea- debe disipar rápidamente los miedos que genera la posibilidad de replicar un dominio teocrático. La situación que se vive en la región, alimenta este tipo de suspicacias, no menores. ¿Cómo saberlo? o mejor, ¿cómo resolverlo? Será a través de la redacción de la nueva constitución donde deberá quedar estipulado qué tipo de Estado será Irak en el futuro. Y por cierto, qué se puede esperar en un escenario donde dominen tres ejes: participación incluyente, sin dominio religioso y preservando la unidad territorial.
Esta ecuación que parece simple, es la única herramienta que asegura una transición política de la era de Saddam Hussein sin mayores sobresaltos, y puede contener los ánimos de los chiítas de controlar con la religión al país. A la vez, le dice a los kurdos iraquíes que ningún kilómetro cuadrado será para formar el Kurdistán. Cualquier elemento de agitación que se introduzca puede precipitar un enfrentamiento civil. Hoy están operando los rezagos de las milicias sunitas que saben que perdieron el control total del poder. También están presentes células radicales islámicas con su propio proyecto para evitar la reconstrucción de Irak y librar -como lo anticipamos oportunamente- su propia guerra contra las fuerzas de la invasión. Hasta el momento, el proceso de normalización está funcionando en concordancia con los objetivos superiores de Irak: unidad, nación, representación y coexistencia. Los chiítas, que conocen y vivieron en carne propia lo que significa la persecución y exclusión, deben sobre la base del ejemplo ser el motor que garantice estos objetivos. Los recelos de los sunitas se fundan en que quieran aplicar la venganza tras la cruel dominación que vivieron con Hussein. Esa misma cruda experiencia debe ser el hilo conductor para sumar a todos los ciudadanos y alejar los fantasmas del pasado. Una vez instalada la Asamblea Nacional Provisional, y de acuerdo al diseño del nuevo gobierno - y de cómo éste distribuya los ministerios y llame a integrarse a las corrientes políticas, religiosas-, podremos apreciar si se trazó una ruta de unidad nacional o se sembrarán las semillas de una pavorosa guerra civil.
Lo que está en juego, no es sólo la reconstrucción de la institucionalidad, sino una adecuada y equitativa gestión de los dineros provenientes del petróleo. Ese es el punto central. Seguramente, también generará una discusión en su momento la manera en que se distribuirán los miles de millones de dólares que ingresan a las arcas oficiales. ¿Por área de exploración y explotación del hidrocarburo?. O tal vez, con un sistema de hacer llegar a los sectores más desfavorecidos los beneficios del oro negro con sistemas nacionales de salud, educación, vivienda, y reactivando la economía para que tenga el esplendor que se fue por las alcantarillas del sueño guerrero de Saddam Hussein.
Los iraquíes quieren sentir la prosperidad y manejar como parte del bien común esa riqueza que ha quedado en manos de lo que se llamó el círculo de hierro de Saddam Hussein. Con estas consideraciones, los pueblos árabes y las demás naciones de la región están observando la evolución de los hechos políticos. Si estos están en concordancia con ser auténticamente la voz de las mayorías, tomará mucho sentido la democracia participativa y representativa.
La primera responsabilidad que tendrá la Asamblea Nacional Provisional de Irak, que quedó conformada oficialmente luego del recuento de los votos emitidos, es asegurar la integridad del territorio nacional.
Esto significa dos cosas: primero, contener los movimientos político-religiosos que anhelan un Estado teocrático, tomando como modelo a Irán; y, segundo, una participación proporcional según el peso demográfico de las dos vertientes del Islam (sunitas y chiítas), junto a los kurdos y otras minorías que decoran la escena de este rico país del golfo Pérsico. Los chiítas tienen los números suficientes para dominar la mayoría de la Asamblea Nacional, entre las diversas corrientes suman casi 200 votos; ponerse de acuerdo será quizás la tarea más difícil.
Podría abrirse paso el método más simple que es distribuir el gobierno, según la proporción política. Si así fuera, los chiítas se alzarían con el control del gobierno, tomando el cargo de primer ministro; la siguiente fuerza, los kurdos, la presidencia con funciones de jefe de Estado; y en una de las dos vicepresidencias se convocaría a un destacado sunita para esta función. De este modo, se apreciará una línea incluyente, pese a que los sunitas fueron los que en su mayoría -de los 5 millones que representan- se abstuvieron por razones de seguridad y porque no quisieron avalar el hecho político de ser gobernados por la mayoría. Se agrega que la Alianza Iraquí Unida (AIU), un grupo chiíta apoyado por el gran ayatolá Alí al Sistani -que obtuvo 140 miembros de la Asamblea- debe disipar rápidamente los miedos que genera la posibilidad de replicar un dominio teocrático. La situación que se vive en la región, alimenta este tipo de suspicacias, no menores. ¿Cómo saberlo? o mejor, ¿cómo resolverlo? Será a través de la redacción de la nueva constitución donde deberá quedar estipulado qué tipo de Estado será Irak en el futuro. Y por cierto, qué se puede esperar en un escenario donde dominen tres ejes: participación incluyente, sin dominio religioso y preservando la unidad territorial.
Esta ecuación que parece simple, es la única herramienta que asegura una transición política de la era de Saddam Hussein sin mayores sobresaltos, y puede contener los ánimos de los chiítas de controlar con la religión al país. A la vez, le dice a los kurdos iraquíes que ningún kilómetro cuadrado será para formar el Kurdistán. Cualquier elemento de agitación que se introduzca puede precipitar un enfrentamiento civil. Hoy están operando los rezagos de las milicias sunitas que saben que perdieron el control total del poder. También están presentes células radicales islámicas con su propio proyecto para evitar la reconstrucción de Irak y librar -como lo anticipamos oportunamente- su propia guerra contra las fuerzas de la invasión. Hasta el momento, el proceso de normalización está funcionando en concordancia con los objetivos superiores de Irak: unidad, nación, representación y coexistencia. Los chiítas, que conocen y vivieron en carne propia lo que significa la persecución y exclusión, deben sobre la base del ejemplo ser el motor que garantice estos objetivos. Los recelos de los sunitas se fundan en que quieran aplicar la venganza tras la cruel dominación que vivieron con Hussein. Esa misma cruda experiencia debe ser el hilo conductor para sumar a todos los ciudadanos y alejar los fantasmas del pasado. Una vez instalada la Asamblea Nacional Provisional, y de acuerdo al diseño del nuevo gobierno - y de cómo éste distribuya los ministerios y llame a integrarse a las corrientes políticas, religiosas-, podremos apreciar si se trazó una ruta de unidad nacional o se sembrarán las semillas de una pavorosa guerra civil.
Lo que está en juego, no es sólo la reconstrucción de la institucionalidad, sino una adecuada y equitativa gestión de los dineros provenientes del petróleo. Ese es el punto central. Seguramente, también generará una discusión en su momento la manera en que se distribuirán los miles de millones de dólares que ingresan a las arcas oficiales. ¿Por área de exploración y explotación del hidrocarburo?. O tal vez, con un sistema de hacer llegar a los sectores más desfavorecidos los beneficios del oro negro con sistemas nacionales de salud, educación, vivienda, y reactivando la economía para que tenga el esplendor que se fue por las alcantarillas del sueño guerrero de Saddam Hussein.
Los iraquíes quieren sentir la prosperidad y manejar como parte del bien común esa riqueza que ha quedado en manos de lo que se llamó el círculo de hierro de Saddam Hussein. Con estas consideraciones, los pueblos árabes y las demás naciones de la región están observando la evolución de los hechos políticos. Si estos están en concordancia con ser auténticamente la voz de las mayorías, tomará mucho sentido la democracia participativa y representativa.
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